Los bofedales y pajonales de la reserva albergan diversas especies de flora y fauna. En el lugar se puede encontrar tola, queñoa y paja brava. Además, las condiciones son propias para el crecimiento de la llareta, un arbusto que alcanza el metro de altura y los dos metros de diámetro, célebre por alcanzar incluso los 3000 años de antigüedad, gracias a su lento crecimiento, que no sobrepasa el milímetro anual.
En cuanto a la fauna del lugar, se pueden apreciar con facilidad vicuñas, llamas, alpacas, zorros culpeos, gatos colo colo, quirquinchos, anfibios y lagartos.
En cuanto a las aves, con algo más de dificultad se pueden encontrar el ñandú o suri (Pterocnemia tarapacensis), kiula o perdiz de la puna, cuervos de pantano y cóndores, convirtiéndolo en un lugar especialmente atractivo para observadores de aves y amantes de la naturaleza.
Los parajes, con variadas fuentes de alimento para camélidos desde épocas prehispánicas, como se puede deducir de los vestigios y hallazgos de la zona. Estas características le valieron obtener la categoría de reserva en el año 1983, según el Decreto Supremo Nº 29 del Ministerio de Agricultura.
Sin embargo, no solo la belleza de la flora y la fauna son motivos para realizar el viaje hacia Las Vicuñas. Numerosos poblados y estancias se mantienen a su alrededor, dando cuenta de las culturas que habitan hace siglos en este sector. Putre, a poco menos de 2 horas de la Reserva Natural y capital de la comuna del mismo nombre, además de ser el hogar de casi 3.000 personas, cuenta con un templo que data del 1670. De estilo similar, aunque a 2 horas 20 de Las Vicuñas se encuentra el poblado de Socoroma, cuya iglesia, similar a la de Putre, data de 1883. Zapahuira, es otro de los puntos utilizados desde los tiempos del Qhapac Ñan ubicado cerca de la Reserva Natural en el cual se puede descansar y recuperar fuerzas.
