Un milenario lugar de descanso, que hoy oficia como parada para quienes transitan entre Arica, el Lago Chungará y Bolivia, conserva además parte de la historia incaica de la zona norte de Chile.
En la comuna de Putre, en el extremo norte de Chile, se encuentra el Tambo de Zapahuira, de la voz aimara para “río solitario”, un complejo arqueológico de origen incaico ubicado en la comuna de Putre, provincia de Parinacota. Con una altitud de 3445 metros sobre el nivel del mar y a 170 km de la ciudad de Arica, los vestigios arqueológicos dan cuenta de su importancia durante la época prehispánica, como parte del sistema vial incaico Qhapaq Ñan, también conocido como el Camino del Inca, declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2014. Actualmente, el poblado ofrece un descanso necesario para quienes transitan por la carretera CH-11 entre Arica y Bolivia.
Como parte del Qhapaq Ñan, fue parte de la extensa red de caminos. Senderos que unió los territorios del Tahuantinsuyo (o Tawantinsuyo), permitiendo la administración y el traslado de mercaderías y mensajes en muy poco tiempo entre zonas alejadas. Para ofrecer un lugar de descanso a los chasquis, mensajeros del imperio, cada 20 a 30 km se construyeron los tambos, calculando la distancia promedio que cada mensajero podría recorrer en un día. A 20 km de la carretera internacional a Bolivia, el tambo de Zapahuira sirvió para almacenar alimentos, madera y provisiones que podían ser necesitadas por las comunidades cercanas.
Construido durante el siglo XVI, durante la expansión del imperio Inca hacia el sur, el Tambo Zapahuira se compone de una serie de habitaciones rectangulares de piedra que se unen entre sí con pequeñas puertas y con techos de dos aguas, para resistir las lluvias altiplánicas. Muy cerca de estas dependencias se encuentran dos torres rectangulares de adobe, técnica ancestral que consta de ladrillos de barro y paja que ayuda a las estructuras a resistir los cambios de temperatura del altiplano. Estas construcciones, denominadas chullpas, cumplieron propósitos funerarios y se encuentran cerca de corrales de diversos tamaños. La importancia histórica y cultural del Tambo le valió a sus ruinas ser declaradas Monumento Nacional en 1983, con el objetivo de preservar y proteger esta expresión arquitectónica de influencia incaica. Se trata además de uno de los Tambos de mayor tamaño en la provincia de Parinacota.
Además de las construcciones, en las superficies aún se puede apreciar vestigios de cerámicas de origen altiplánico con estilo Saxamar. Durante los años 50, el complejo arqueológico resultó dañado por la construcción de la carretera, por lo que se optó por modificar el trayecto con carreteras al norte del monumento, para evitar daños, permitiendo conocer su historia a día de hoy.
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